En los últimos años el análisis de la realidad africana ha estado sujeto a una importante dosis de optimismo. El discurso del Africa rising ha impregnado la mayoría de noticias sobre el continente, así como buena parte de los informes emitidos por organismos financieros internacionales. Esta ola de “afro-optimismo” atribuía el esperado “renacer” africano esencialmente a unos índices de crecimiento económico que en su conjunto superaban una media del 5%, y que en algunos casos concretos incluso alcanzaban cifras superiores al 10%, como sucedió en Angola o Nigeria en momentos determinados. Esta narrativa se producía en un contexto global de evidente recesión económica, y venía acompañado también por la sensación de que, más allá del importante crecimiento económico en África, el continente también experimentaba un notable proceso de democratización de buena parte de sus países, evidenciaba la voluntad de liderazgo regional con la idea de “soluciones africanas para problemas africanos” abanderada por la Unión Africana (UA) y registraba una mejora considerable en algunos de los principales indicadores de desarrollo humano.

En el plano discursivo, algunas voces habían cuestionado en los últimos tiempos la dañina tendencia de entender la complejidad de África Subsahariana desde etiquetas simplificadoras. Así, de la “tragedia” africana se había pasado repentinamente al “milagro” africano sin tener en cuenta algunos matices que ponían de relieve, por ejemplo, cómo dicho crecimiento económico no estaba implicando su redistribución social ni una mejora en las condiciones de vida de la mayoría de la población, o bien cómo los nuevos sistemas multipartidistas consolidados a partir de los noventa implicaban también enormes contradicciones y conflictos internos. Aunque la región subsahariana atraviesa, ciertamente, un proceso de grandes transformaciones sociodemográficas, económicas y sociopolíticas, la retórica del “África emergente” obviaba muchos de estos matices y elementos de fondo que hoy parecen aflorar con contundencia.

Continúa leyendo en Anuario CIDOB